domingo, 15 de julio de 2012

Iglesia San Martín de Porres cumple medio siglo en Caricuao

El templo es más antiguo que la propia parroquia en la que está enclavado
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Mañana se celebra medio siglo de tres acontecimientos que marcarían la vida de Caricuao: alcanza el estatus de parroquia eclesiástica, se determina que su santo patrono será San Martín de Porres y se construye su primera iglesia.

El templo fue mudado a finales de los 70 por los trabajos del Metro, pero eso no fue obstáculo para que siguiera con una labor ininterrumpida en favor de la comunidad que mañana llegará a medio siglo.

Desde hace más de treinta años está en la UD2, un enclave estratégico desde el que se dominan barrios como El Onoto, Juan XXIII, Reny Ottolina o La Montañita, y su párroco es Marco Antonio Robayo, quien el 12 de julio cumplió 20 años al frente de esta parroquia.

Fernando Canelón, quien vive en Caricuao incluso antes de que fuera nombrado parroquia civil (1974) y comenzara la construcción de grandes complejos habitacionales, explica que esta iglesia es como la madre de todas las que vinieron después: La Resurrección del Señor, San Carlos Borromeo, Santa Rita de Casia y la parroquia del Buen Consejo.

Y solo tiene palabras elogiosas para el padre Robayo: "Es el capellán del geriátrico, siempre está a la orden para lo que necesite la gente de la comunidad y ha honrado a sus antecesores, el padre Jose Cassaso (cuyos restos fueron enterrados en la iglesia) y Giovanni Marchi".

Este último inauguró en 1989, justo al lado de la iglesia, un dispensario de Caritás que todavía funciona y sigue atendiendo a la comunidad, ofreciendo servicios de medicina interna, pediatría, ginecología y odontología.

Pero no todas las historias alrededor de la iglesia son color de rosa: el propio padre Robayo debió construir un muro en la parte trasera para evitar que las invasiones que tuvieron lugar desde el año 2004 alcanzaran los terrenos del templo.

Hoy toda la montaña encima de la iglesia es una invasión, y aunque Freddy Bernal llegó a emitir una orden de demolición de la misma, lo cierto es que su gigantesco tamaño hace hoy casi imposible esa tarea. Pero lo que sí se podría hacer es algún trabajo de estabilización del talud que se yergue amenazante sobre la edificación.

El padre Robayo, quien logró cambiar el antiguo techo de asbesto con la ayuda de la organización alemana Adveniat y quien logró que los grupos de confirmación pasasen de 8 a 190 personas, cree que hoy el gran reto es contener ese deslizamiento que avanza silencioso y que amenaza con enterrar medio siglo de historia.



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