Adquiere su nombre por la desafortunada familia que allí residía. Después de contarse entre los acaudalados de la época, acogieron un infortunio de riqueza que los condujo a la miseria, generando compasión entre sus vecinos quienes tuvieron la precaución de recolectar ropa que les enviaron para que cubrieran sus cuerpos.
El cronista Enrique Bernardo Núñez apunta que el primer ceremonial que rigió la publicación del Edicto de la Santa Fe y Anatema, el tercer domingo de Cuaresma de 1779, se menciona la calle de “Traposos”, entonces de “José Francisco Landaeta”, y Lucas Manzano expone “lo nada poético del nombre con el cual los mantuanos la estamparon”.
Los Mantuanos fueron la clase social aristocrática de raza blanca, descendientes de los conquistadores que vinieron a Venezuela desde el siglo XVII; a lo largo del período colonial español y se mantuvieron luego de la gesta independentista, cuyos principios se basaron en el honor y el valor de la hidalguía como fundamento de la jerarquización social. Entre las causas que originaron la guerra de la independencia en Venezuela fue el interés de los mantuanos en ocupar poder político que ostentaban los gobernantes impuestos por la corona española.
Su riqueza se fundaba en la posesión de haciendas de cacao, por ello eran apodados como “grandes cacaos”, para referirse a la persona pudiente, los hombres para marcar su posición social usaban bastón, cadenas, y sombrero; las mujeres empleaban mantos o mantillas para asistir a la misa, de allí el nombre “Mantuanos” aunado a esto, le colocaban cascabeles a los ruedos de sus vestidos, para así advertir que se acercaban y se les concediera el paso.
Tenían sus asientos fijos en la iglesia, lo compraban, las mujeres se hacían acompañar de una esclava que le llevaba la alfombra donde la descendiente de españoles se arrodillaría para ofrecer sus oraciones. Camino al templo o de visita a un paisano usaban quitasoles, y eran escoltados por esclavos guiándoles el camino; con lamparitas si era de noche o cargados en sillas finamente ataviadas de día. Eran las únicas personas que se les concedía el derecho a utilizar el título de “Don o de Doña”, y se reflejaba en su acta de nacimiento.
Se ha dificultado encontrar información de la familia que habitó en la esquina, lo cierto del caso, es que posiblemente cayó en infortunios económicos, por apuestas en juegos de cartas; los mantuanos se reunían a compartir y los hombres aprovechaban la ocasión para hablar asuntos de negocios, entre bebidas, tabacos, juegos, apostaban dinero y ocasionalmente sus bienes; quedando en ruinas. Tan desdichada estaba esta familia que para oír la misa en la iglesia de San Jacinto lo hacía en horas madrugueras evitando que fueran vistos con sus ropas desgastadas y sin la corte de esclavos que guiaban el camino al templo; mayor tribulación.
Conocidos de la situación que padecía aquella familia, resolvieron enviarles ropas fuera de uso para que cubriesen sus cuerpos, pero cuando se vieron atiborrados de trapos comenzaron a clasificarla, revisándola y remendándola para mejorar su aspecto y así poder ofrecérsela a otras personas, sin importar la clase social a montos bajos. Logrando de esa manera recuperarse económicamente gracias a la venta de la ropa usada.
Estableciendo el primer puesto de ropavejero de la capital. A partir de ese momento, quienes le conocían les llamaron “Los Traposos”, y por generaciones aquella familia y sus herederos fueron apodados de tal forma hasta que la denominación quedará atribuida a la populosa esquina.
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